Los primeros, defienden a capa y espada el endeble castillo de cristal de la señorita presidenta (se supondría que se escribiera con mayúscula, pero para la actualidad, ni se lo merece); los segundos, solamente señalan la aplastante realidad. El resultado será el que todos conocemos: el palacio caerá estruendosamente dejando al descubierto la inmensa fortuna que Alejandra del Moral se llevará a casa para vivir el resto de sus días como la reina que jamás fue.
Y mientras sigue la contienda, detrás, las promesas, obras inconclusas y demás mentirotas habituales, enmarcan como grandes monumentos a la inutilidad de nuestros más recientes gobiernos, la gran derrota de la democracia.