El estado del afluente es deplorable por la falta de agua: proliferación de larvas y mosquitos (entre los que pudiera haber dengue), malos olores, suciedad y, por lo tanto, propensión a enfermedades. Incluso fauna nociva.
Y todo se podría evitar con el simple hecho de abrir las compuertas del Lago de Guadalupe para que irrigara con fuerza y así, hubiera movimiento de agua y remoción de todos estos males. Pero en nuestro México lindo, primero se nos ahogan como cien niños, antes que se les ocurra no tapar el pozo, sino ponerle un amable letrerito diciendo: "No se acerque, por fa".
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