jueves, 21 de enero de 2010

Edición 954


Siempre que lo he necesitado, ha habido un amigo, amiga o persona quien me ha apoyado a llorar, reir, o simplemente, a vivir un momento no habitual. La ayuda siempre llega, aunque bajo dos condiciones inherentes:

1. No en el momento que uno cree adecuado, sino en el tiempo preciso para que nos funcione adecuadamente (cuando pasa la tormenta pero prosigue la soledad, lo más difícil).

2. No en la manera que quisiéramos, sino de la forma que mejor resuelve nuestro conflicto (algo así como que, Dios no otorga dinero, sino trabajo para conseguir ese dinero).

Por esto, creo que es momento de seguir manteniendo la cadena de favores viva y palpitante: ayuda a los que algún día te ayudaron, si no directamente, si de alguna forma remota. Este es el mundo que queremos, el que hacemos todos los días. Y al menos en el mío, prefiero más amor que conflictos. Vamos a ayudar a Haití. Es necesario.



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